Contra la especialización

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El ser humano debe ser capaz de cambiar pañales, planear una invasión, sacrificar un cerdo, gobernar un barco, diseñar un edificio, escribir un soneto, reducir una fractura, consolar a los moribundos, recibir órdenes, dar órdenes, resolver ecuaciones, abonar la tierra con estiércol, programar una computadora, cocinar una comida sabrosa, combatir con eficacia, morir con gallardía. La especialización es para los insectos.”

Robert Heinlein

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Voy a ser claro y conciso, porque acabo de formar el Imperio de Hispania en el CK3 y tengo que matar infieles: La especialización es una mierda, es peligrosa a nivel personal e individual, y deberías alejarte de ella.

Esta es mi postura y de aquí no me vas a mover.

“Ah, es que, si eres el mejor de algo hiperconcreto, quien demande ese servicio no tendrá más remedio que acudir a ti y te pagará lo que quieras”.

Cómeme los huevos.

La hiperespecialización es algo de lo que hay que huir por varios motivos. No sé cuántos porque me los voy a ir inventando sobre la marcha. Pero son estos:

Primero, la especialización fragiliza. Tanto a nivel personal como a nivel social (por eso la tesis esta de las ventajas competitivas en economía me escama bastante). La especialización puede ser rentable, pero te pone en una situación de riesgo ante eventos inesperados.

Supongamos un abogado especializado en importaciones desde Tailandia en el sector del opio para fines terapéuticos. Es abogado (lo cual ya de por sí, en fin), pero, además, está especializado a varios niveles: Sólo importaciones, sólo desde Tailandia, sólo para el sector del opio, sólo para fines terapéuticos.

Ahora supongamos que se deja de utilizar el opio con fines terapéuticos porque los opiáceos sintéticos acaban por completo con ese sector. Nuestro abogado se va a la mierda.

Supongamos que no sucede tal cosa, pero que en Tailandia sube al poder un fanático anti-drogas y se carga todo cultivo de opio y lo persigue con mano de hierro. Nuestro abogado se va a la mierda.

Supongamos que en España empezamos a potenciar el opio local en detrimento de las importaciones. Nuestro abogado se va a la mierda.

Supongamos, supongamos, supongamos.

Sí. Durante unos años nuestro abogado gana una pasta, pero no deja de ser el pavo de Taleb (o, al menos, corre el riesgo de serlo).

Ahora, asumamos que sólo es abogado (que sigue siendo algo especializado), pero sabe lo suficiente de muy distintos campos dentro del Derecho. Puede que no gane tanto dinero en poco tiempo, pero sabe que tiene muchas más opciones y que, si un sector se va a la mierda, él va a poder seguir trabajando.

Más allá: Supongamos que es abogado, pero que también sabe ciencias de datos y se conoce los boletines del Estado y de las CCAA al dedillo.

En este caso, no sólo tiene más opciones diferentes (menos riesgo de quedarse fuera del mercado ante un evento inesperado), sino que puede crear cosas originales en la intersección entre esos conocimientos.

Por ejemplo, un buscador de ayudas y subvenciones por el que la gente le pague.

Por decir algo.

En fin, que la especialización fragiliza.

Segundo, la especialización aburre. Aunque, la verdad, esto depende un poco de la curiosidad de cada cual. Soy consciente de que hay gente lo suficientemente autista como para meterse en un tema y ser tan apasionado de él que cualquier pequeño conocimiento adicional en su campo le sabe tan bien como el primero.

Pero, para la mayoría de la gente con cierta inquietud intelectual, una vez has aprendido el 80% del conocimiento de un área con un 20% del esfuerzo, pierde interés dedicar el 80% del esfuerzo que requiere aprender el restante 20%.

Si eres de estos últimos y, aun así, optas por la especialización, tu vida será miserable. Te aburrirás y te preguntarás constantemente por el qué podría haber sido. Especialmente si tienes en cuenta el cuarto punto. Del que hablaré dentro de dos puntos. Porque estamos en el segundo. Y dos y dos son cuatro.

Tercero, la especialización embrutece. En última instancia, si llevásemos la especialización a sus últimas consecuencias y el matemático sólo supiese muy bien matemáticas y nada más y el filólogo hispánico sólo supiese muy bien filología hispánica y nada más, esas dos personas no podrían comunicarse.

Porque uno sólo sabría matemáticas y el otro sólo español. Obviamente lo he llevado al absurdo, pero se entiende el punto.

Cuanto más te especializas en un campo, más difícil te resulta comunicarte con alguien de otro campo, y más aún si está tan especializado como tú (también tiene que ver con el punto cuarto, al que llegaremos dentro de, exactamente, un punto).

Y la falta de comunicación acostumbra a ser un problema. Nos hace más brutos y bárbaros. Impide que surjan cosas nuevas. Limita la belleza. No es deseable.

Cuarto, la especialización limita. Pero no limita en los términos del primer punto (el primer punto fue tres puntos más atrás), sino en el sentido de que limita tu mente. Te la configura de un modo y ya no la puedes sacar de ahí.

El programador ve el cerebro como una computadora. El físico, como un conjunto de impulsos eléctricos. El teólogo, como la casa del alma. Y, cuanto más especializados estén, más les costará salir de esa forma de verlo (y, por supuesto, más difícil les resultará acercarse a la forma de verlo del otro.

Alguien podría decir que si tienes una mente no especializada también tienes una forma de pensar y no puedes salir de ahí. Bueno, ese alguien se equivocaría. Cuando no estás especializado lo que tienes son herramientas, no una herramienta Frankenstein compuesta de otras herramientas. Así que puedes elegir.

Quizá no puedas aprovechar tanto esa herramienta como quien está especializado, pero, claro, aquí la cuestión es si te conviene tener un taladro muy potente o una caja de herramientas.

Si tienes el taladro y tienes que clavar un clavo, pues tienes un problema.

Y básicamente eso es lo que quería decir.

No os especialicéis. Sed niños de la selva.

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