De la exigencia de humanidad

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El carácter es la virtud de los tiempos difíciles

Charles de Gaulle

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Hablo de todo lo que me sale de los cojones, no sólo de marketing o negocios. Hay política, filosofía y otras gilipolleces.

Es probable que después de leerla me odies.

Incluye orangotanes.


El pasado jueves 5 de agosto, Alberto Ginés, un chavalín de apenas 18 años, ganó la medalla de oro en escalada en los Juegos Olímpicos de Tokio. Evidentemente, la gente se interesó por él y empezó a buscarlo por redes.

Pues bien, su cuenta oficial apenas ganó seguidores. La cuenta secundaria, en cambio, pasó de un par de centenares a más de 125.000 (y subiendo). Ello a pesar de que el handle es “lilcabesa” y el nombre “me gustan lossabados”.

Los caminos de la viralización son inescrutables.

El caso es que hay una enseñanza aquí. Una enseñanza no menor, que habla sobre un cambio generacional, que tiene que ver con la televisión y que ayuda a comprender los bulos. Desarrollaré.

Hace ya muchos años que se dice aquello de que una marca debe ser cercana, no parecer prefabricada y que parezca “humanizada”. No es algo nuevo. Sabemos que el consumidor no quiere interactuar con una marca que sólo emite y no recibe información. Y menos cuando, además, esa información parece artificial.

Esto lo sabemos desde hace mucho en el mundo del marketing, pero hay otros ámbitos donde parece que todavía no se han enterado. Como, por ejemplo, el de la política. Así, tenemos perfiles de personas (de cargos públicos) más deshumanizados que perfiles de marcas de kétchup.

Lo de Alberto Ginés ha puesto de manifiesto (una vez más) esta nueva forma de entender las relaciones con los referentes, las marcas, los famosos, los poderosos, etc. Y, sí, supone un cambio generacional.

Tiene que ver tanto con el declive de la televisión como con el auge de las redes sociales y qué usa cada generación.

Los boomers crecieron con la televisión y los periódicos físicos como única forma de obtener información actualizada. El problema de estos dos medios es que son canales unidireccionales. Recibes información de ellos, pero no puedes responder.

Además, tienen otra diferencia importante: Dado lo anterior, basta con un único mensaje para toda la audiencia. Como no te van a responder, el riesgo de que alguien dude de la versión oficial es muy reducido. Cada respuesta cuestionándote hace que más gente desconfíe. Si nadie te responde, nadie te cuestiona y nadie desconfía.

Este tipo de comunicación dio lugar a perfiles artificiales. Marcas que no interactuaban y que parecían elementos estáticos y políticos con un discurso prefabricado y que, al mismo tiempo, formaba y encajaba con la opinión pública.

El mundo era más simple.

El boomer estaba encantado con ese tipo de comunicación. No por conformismo. Es que tampoco conocía otra cosa. Y, de hecho, cuando ha conocido otra cosa se ha vuelto el más cazurro, como se puede ver en las redes sociales o en los comentarios de los medios digitales.

Al boomer le ha pillado con 60 años este cambio y no sabe cómo gestionar que ahora McDonald’s haga bromas o que le dejen comentar en el periódico de las ideas que siempre odió, así que responde insultando con el mismo cazurrismo que insultaba antes en el bar.

Además, tiene serias dificultades para discriminar fuentes y compartimentar su exposición y sus personalidades.

Como no sabe discriminar fuentes, se come todos los bulos habidos y por haber (siempre que encajen con sus ideas previas, claro), por muy cutres que sean. Y, como no sabe compartimentar, se comporta igual en guasap que en tuiter que en feisbuc.

Por eso hay tantos boomers en feisbuc insultando a sus vecinos a pecho descubierto, con nombre y apellidos y su foto de avatar. La verdad es que yo me descojono cuando lo veo.

(Puede parecer que hay una cierta contradicción aquí entre lo de “ser natural y estar humanizado” y la “exposición compartimentada de personalidades”. No es así. Primero, un alter ego puede ser natural y estar humanizado. Segundo, no es tanto tener diferentes personalidades como saber qué parte de la personalidad real exponer y exagerar en cada red social –tuiter-autodestrucción, Instagram-postureo, ya sabes).

El caso es que los milenials y zoomers crecimos con internet. Y, aunque quizá no crecimos con las redes sociales (los hay que sí), crecimos con los foros y con los comentarios de los medios digitales abiertos. Así que estamos acostumbrados a interactuar.

Al interactuar, no queremos un bot, queremos una persona. Por eso exigimos una mayor humanización de marcas, perfiles públicos, etc. Por eso hemos seguido la cuenta B del Alberto Ginés, porque era una cuenta real donde hablaba de sus desamores y de que estaba nervioso antes de competir por el oro (¿quién no lo estaría?).

Por eso, productos prediseñados como Pablo Casado no nos despiertan nada. No es que se le odie. Se odia a las personas. Se odia a Echenique, que sí tiene una personalidad. ¿A Pablo Casado? A Pablo Casado se le ignora. Es la nada. Como mucho, se le insulta de forma vicaria. Insultar a Casado es como insultar al aparato del PP. Se le percibe como una pieza más de un engranaje.

En cambio, este vídeo de Ayuso es todo lo contrario. Buxadé también resulta real y por tanto creíble. Y también Carmen Calvo.

Son perfiles que, a pesar de ser oficiales y públicos y, por tanto, tener que medir lo que dicen, se expresan de una forma humana. Y eso gusta. Especialmente a los jóvenes.

Al mismo tiempo, estamos acostumbrados a desconfiar por sistema de la información que recibimos. No soy naif: Es evidente que los jóvenes también nos tragamos bulos. Pero no cogemos la noticia tan pronto como nos llega y la rulamos por todos los grupos de guasap. En el fondo, hay un sentimiento de “esto igual es falso”, aunque nos lo quedemos en nuestro fuero interno porque nos encaja bien y lo añadamos a nuestras creencias.

Y, por supuesto, también desconfiamos de los medios. De hecho, desconfiamos especialmente de los medios. En parte por eso, porque son perfiles oficiales, marcas estáticas, deshumanizadas. Para nosotros, un diario es un púlsar emitiendo mentiras periódicamente. Es un elemento del entorno, como las bocas de incendio de la calle.

Esto es un problema hasta cierto punto, porque ese descreimiento acaba alcanzando todas las esferas, y algunas son (o deberían ser) importantes y sólidas. Dos ejemplos: Arte y ciencia.

El arte ya empezó a deteriorarse hace tiempo, pero, en los últimos tiempos, hemos visto cómo se deterioraba la ciencia, subida a su pedestal mientras percibíamos sus mentiras. Y es un problema, porque la Belleza y la Verdad no pueden ser ni más ni menos humanas, porque son lo que son y punto.

Pero, bueno, esto último seguro que necesitaría un desarrollo en una niusleta propia. Y esta ya es suficientemente larga.

La cuestión es: Queremos cercanía. Queremos políticos, marcas y medios haciendo chistes y recibiendo flames por ello, que hablen de sus desamores y que enseñen que son buenos y malos. Como todos.

Queremos políticos que no dejen de comer pizza cojonuda cuando tocan pelo.


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